lunes, 15 de febrero de 2010

El gen recesivo de la bravura

André Chantefort, aficionado francés y doctor en Biología, asegura en el boletín número 35 que edita La Asociación El Toro de Madrid, lo siguiente: “pongo la mano en el fuego para afirmar que la bravura es algo innato, es decir, fijado en los genes y transmisible”.
Tengo que afirmar que los misterios de la genética me apasionan, que las aventuras ocultas en estos minúsculos y prodigiosos portadores de información desbordan mi imaginación, y que me deslumbran sus desenlaces definitorios y definitivos que establecen el gran misterio de la vida y su evolución incesante. Esta importantísima demostración científica del por qué de la flojedad en los toros de lidia –actualmente- tiene un largo recorrido, y sobre todo viene a corroborar la tesis que mantenemos muchos (por mera intuición, y sin rigor acreditado) que no se origina en la gestación del animal, ni en avatares sucesivos en la vida del animal, y más bien tiene que ver con la selección de los individuos.
Los hechos consumados y demostrados, dice Chantefort, son que “la bravura y la nobleza son caracteres recesivos, es decir, perdidos en la primera generación, después de un cruce con carácter dominante”. Reconozco que cuando me hablan de genes recesivos me pongo alerta, sencillamente porque me entusiasma este colosal acontecimiento: la posesión de una memoria precedente que antepone y conforma la futura existencia.
Pero volvamos a la consideración de este aficionado y biólogo. Chantefort se sitúa entre dos parámetros. Un hecho objetivo: “desde hace millones de años en el reino animal y vegetal, la evolución se produce a través de mutaciones, que son modificaciones bruscas e imprevisibles a nivel de los genes portadores de los caracteres hereditarios”, Y de una apreciación empírica: “la bravura en el toro de lidia es la decisión en el ataque”. Y lo argumenta en los siguientes pasos:
1. Los suministradores de reses para los antiguos espectáculos buscaban (y después cruzaban) animales más agresivos para incrementar su carácter combativo. Los criadores de toros han ido buscando “embestidas rectas, cada vez más numerosas y repetitivas” (es decir, la bravura) y luego nobleza (“lo que facilita la labor del torero”).
2. “El hombre ha seleccionado mutantes”, buscando características nuevas y “los ha cruzado entre ellos para destacar más los caracteres deseados”.
3. Pero un carácter nunca se encuentra aislado, sino rodeado de otros muchos. “Cuando se seleccionan vacas muy nobles, eran nobles pero muy flojas, porque la nobleza es antinatural, por lo tanto la consecuencia de una nobleza extrema podría provocar la aparición de otro carácter asociado: la debilidad física (falta de fuerzas)”.
4. El toro es una creación humana artificial y cuando se alcanza tal grado de sometimiento “se puede asimilar su comportamiento al de una animal domado”. La eliminación de tal debilidad (de los padres y madres que provocaron en su progenitura esta “flojedad indeseable”) generará la disminución de nobleza.
5. Asegura Chantefort con rotundidad: “la nobleza no es la quintaesencia de la bravura, sino su antónimo” y que, a pesar de la gran mayoría de los ganaderos -que sostienen que estas características están influenciadas o modificadas durante la gestación y por piques entre ejemplares congéneres jóvenes- este maestro biólogo manifiesta rotundamente que “biológicamente no es así”.
En esta tesis, argumentada científica y magistralmente por Chantefort es lo que intuimos, pensamos y creemos algunos. Gracias por su explicación sencilla y categórica, profesor, que aunque no sepamos de minúsculos ordenadores genéticos, queda explicado el misterio de manera clara y concisa. Desde este momento me considero una admiradora de los llamados caracteres recesivos (la bravura y la nobleza lo son), “aquellos perdidos en la primera generación, después de un cruce con carácter dominante”. Y también pongo la mano en el fuego, junto a usted, “para afirmar que la bravura es algo innato, es decir fijado en los genes y transmisible”, como muy bien lo ha contado y desarrollado.

Paz Domingo
pazdomingo@toroaficion.com

1 comentario:

  1. Y tras esta breve y clara explicación, ¿qué pueden argumentar los farragosos del toreo? ¿qué pueden decir esos alquimistas de pacotilla que sólo han triunfado en generalizar el fraude y la pantomima en las plazas de toros? El camino del toro es sólo uno, su integridad, con bravura, nobleza y todas las dificultades que presenta este animal, sin llegar a convertirlo en un pelele con cuernos para goce de peseteros, pegapases y aduladores sin freno.
    Un saludo

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