martes, 16 de febrero de 2010

Las fiestas de Ciudad Rodrigo

Hoy es martes de Carnaval. Y en Ciudad Rodrigo llevan bastantes días celebrando el inicio del año taurino. Es la exaltación a un recuerdo vivo, incansable y perdurable en la tradición, que resiste en los orígenes que no duermen, en la devoción incansable y en la fantástica obra de arte que representa el mundo de los toros.
Antonio Díaz-Cañabate tituló una de sus peculiares crónicas costumbristas Las fiestas de Ciudad Rodrigo, donde describió la exaltación de tan grande corazón migobriense. Y lo hizo con esta sencillez. Con una naturalidad que él dominó como nadie. El genial maestro quedó “deslumbrado” por una fiesta de “matices únicos”, por una “estampa llena de calidades sorprendentes”. Sus capeas y sus encierros siguen siendo excelentes, y su celo por mantener esta festividad ancestral perviven en sus gentes y en su capacidad de superación. No hay más que echar un vistazo a la copiosa, completa, fiel y variada actividad que desarrollan en sus días festivos. Un circuito de toros, capeas, encierros y desencierros, máscaras, bolsín taurino, tientas, pregoneros de fama, peñas, caballos, premios, becas, concursos, reina de las fiestas y sus obligadas damas, charangas y campanazos, festivales, matadores, picadores, novilleros, becerristas, ganaderos, disfraces, carrozas, aguardiente y perronillas. Para quedarse obnubilado. Se puede hacer una aproximación consultando el programa en la dirección
http://www.carnavaldeltoro.es/. Es una verdadera obra de arte.
Hoy quiero recordar a Antonio Díaz Cañabate, y también homenajear a las fiestas de este deslumbrante rincón salmantino, y a sus gentes, llenas de vigor. Y recupero un extracto de dicha crónica firmada por el sobresaliente cronista y que espero que disfruten con el mismo regocijo y la misma afición como Díaz-Cañabate definió a este “espectáculo lleno de arte”. Este texto está incluido en la recopilación de reseñas periodísticas y costumbristas publicadas en el libro Tertulia de anécdotas, aparecido en 1974.

Las fiestas de Ciudad Rodrigo
(…) El que me descubrió la existencia de las capeas de Ciudad Rodrigo fue un tipo extraordinario, se llamaba Policarpo y se le conocía por El Poli. Cuando le conocí tendría unos treinta y cinco años. Desde antes de los veinte rodaba por las capeas. En muy contadas corridas consiguió vestir el traje de luces. El Poli tenía valor, conocía del toreo las marrullerías necesarias para defenderse de los moruchos; pero carecía totalmente de arte y gracia. Sin embargo, él se creía un gran torero malogrado por su mala suerte. Y a pesar de los años no cejaba en su empeño. (…) ¡Bendita ilusión la taurina, nunca en declive, siempre en auge, siempre pronta a renovarse! (…) Llegamos la víspera del comienzo de las fiestas. A la mañana siguiente asistimos al encierro. Me deslumbró. Conocía los tan renombrados de Pamplona, que son impresionantes; pero el migobriense es algo más. Es una estampa llena de calidades sorprendentes, de un colorido, de unos matices que reputo únicos. (…) Es necesario verlo para ponderarlo. Es necesario verlo para sentir todo su primor, todos sus innúmeros y peregrinos encantos. ¡Gran artista el pueblo! No necesita nada para forjar lindezas. ¿Qué es un encierro de toros? Una carrera, una simple carrera de unos animales que deben ser conducidos a determinado lugar. El pueblo interviene, y la transforma en un espectáculo rebosante de arte, que desparrama fastuosidad. Sí, fastuosidad. ¿Qué importa que el encierro de Ciudad Rodrigo carezca de lo suntuoso? Atesora magnificencia. La magnificencia de lo bello. La más cabal de todas las magnificencias, la que surge espontánea, natural, con la naturalidad de una puesta de sol, con la naturalidad de un ameno paisaje. El encierro de Ciudad Rodrigo es una obra maestra de un pueblo que ha sabido idearlo, realizarlo, hacerlo perdurable, mantenerlo sin desmayo, sin concesiones a lo chabacano, sin derivarlo a un falso folklore (…)
Tertulia de anécdotas. Antonio Díaz- Cañabate. Editorial Prensa Española. Madrid, 1974

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