miércoles, 17 de febrero de 2010

Un toro antropófago

Doña Cuaresma ya amanece. Y en este periplo taurino tan desconcertante y de terminación incierta, os dejo un gran regalo para fortalecer el espíritu.

Un toro antropófago
De Antonio Díaz-Cañabate
Extracto de la crónica Un toro antropófago, publicado en el libro Tertulia de anécdotas, de Antonio Díaz-Cañabate. En Editorial Prensa Española. Madrid, 1974
“Mi amigo Luis Martín fue muchos años contratista de caballos de Vista Alegre. Entonces los jacos que montaban los picadores valían poco, unas pesetillas de nada. Aún así y todo, el negocio era bastante arriesgado porque los toros que se lidiaban en aquel ruedo, a pesar de que nunca tenían mucha casta, cuando cogían a un caballo por su cuenta se despachaban a su gusto tirándole cornadas. Luis Martín todavía se lleva las manos a la cabeza cuando lo cuenta:
_ ¡Qué corridas de toros aquéllas! Me acuerdo una de Palha, que penco que cogía un toro lo tiraba al aire y el animalito caía como si le hubieran tirado de la Telefónica a plomo y lo menos que le partía era la espina dorsal. Y en cuanto al picador, no te digo más que se acabaron las tablillas para las fracturas. Uno de esos piqueros era Brazo de Hierro, después de una caída de ésas entró en el patio de caballos tambaleándose, sin vista, y, como sonámbulo, va y se tira al pilón del agua. “¿Pero, qué haces?, le preguntaba yo. “Nada, déjame ahogarme, maldito sea mi sino”. Esa tarde, ¡vaya unos Palha de mi alma! Para que te des una idea de lo que fue aquello te diré que había cola de picadores en la enfermería”; te lo juro por mi honor. Claro que los picadores de entonces eran como Hernán Cortés. Todavía pica el Arturito (…)
Aquel toro de Palha que se lidió en 1922. ¡Qué toro! ¡Trae una copa, chico, para que se me pase el susto! Sale del chiquero, y como entonces los picadores lo esperaban en el ruedo, ve a uno, se va pa él, coge el caballo, le tira unos cuantos gañafones y … ¡le parte la mitad! ¡Así como lo estáis oyendo y yo me llamo Luis Martín por mar y por tierra! La parte delantera quedó debajo del estribo de la barrera y la trasera en el tercio.
- ¿Y el picador?
- Al picador no le vuelto a ver más. Salvado de la catástrofe por milagro, Salió corriendo y hasta ahora.
- ¡Pero, bueno, qué clase de caballo era ése! Pues un caballo, señor, lo que se dice un caballo, no un pura sangre, ni un normando; pero un caballo, con su esqueleto completo y su poquita de carne. Lo terrorífico era el toro. ¡Aquello no era un toro; aquello era Jack el Destripador y la fiera corrupia, en una pieza!
- ¿Y quién lo mató?
- Nadie. Aún está vivo y coleando.
Luis Martín pide otro vaso de tinto y se vuelve a pasar la mano por los ojos.
- ¡Animalito, luego me enteré que era un toro antropófago y se comía tres carneros de una sentada! Y el señor de Palha lo mandó a Vista Alegre a una fiesta de luz y alegría. ¡Te digo que en este mundo se ve cada cosa!

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