viernes, 17 de septiembre de 2010

Treinta años después de El Caña

Al genio y gran vividor
Ayer, 16 de septiembre, hace treinta años con la máxima exactitud, moría en Madrid el “escritor madrileño costumbrista más destacado del siglo XX, y también uno de los últimos que ha cultivado este género, heredero de Mesonero Romanos. Las dos constantes de su obra, sus dos pasiones, fueron Madrid y los toros”. Así, queda definido en esta enciclopedia libre virtual llamada Wikipedia. Este “escritor, periodista y crítico taurino español”, que había nacido también en esta misma ciudad -a la que amó sin remordimientos- en el año 1898 que marcaba el final del Imperio, fue un gran vividor a lo grande. Fue tan descomunal su legado e influjo espiritual y profesional, que El Caña se convirtió en el impulsor de la defensa en la Fiesta, de su autenticidad, de sus valores privativos y singulares. Trasformó la crítica taurina en joya literaria de puro ambiente envolvente, en la que se desgranaba la pasión, la afición y el corazón torero de este maestro en sucesivos instantes comunes, verídicos y graciosísimos.
He dedicado gran parte del tiempo veraniego a la lectura y la relectura de sus escritos, algo creo que ustedes han percibido ya -con mi insistencia y abundancia en su recuerdo- en la más que abultada cantidad de citas, textos y recopilaciones de artículos sobre el personaje en este soporte digital. Hoy, en el recuerdo, en la presencia, les devuelvo a mi rutina ofreciéndoles un extracto de la entrevista que el crítico Joaquín Vidal le hizo a Cañabate (y publicada en El País en julio de 1979), un año antes de su fallecimiento. La excusa sería la aparición del tomo quinto de Los Toros, el tratado de tauromaquia que dirigió José María de Cossío, y que posteriormente, con meses de diferencia en el tiempo, se presentaría después del sexto tomo de esta obra. La realización y dirección de estos dos volúmenes correspondió a Antonio Díaz Cañabate, en la que elaboró gran parte de las biografías de toreros recopiladas, así como también un estudio sobre el toreo contemporáneo.
En la memoria, en el homenaje a estas dos figuras colosales del periodismo –y por méritos propios de la literatura-, les ofrezco un extracto de la entrevista a un maestro, realizada por un maestro.

Entrevista publicada el 6 de julio de 1979. Diario El País
Díaz Cañabate:"Me apasiona la fiesta de toros"
Por Joaquín Vidal
(…)

P. ¿Cuándo empezó usted a trabajar en los dos tomos que van a aparecer en breve?
R. En realidad, hace un par de años, aunque el asunto colea desde hace siete o más. (…) Pero no puede hacerse ni idea de los quebraderos de cabeza que tuve, principalmente porque no encontré colaboradores.
P. Parece raro, pues son muchos los escritores especializados en temas taurinos.
R. No se crea que tantos; me refiero a los que sean medianamente inteligentes. Y los que valen no pudieron, o no quisieron, colaborar. El panorama, en estas circunstancias, era negrísimo. ¿Cómo iba a afrontar yo solo tarea de tanta envergadura? (…) Conocí circunstancialmente a Juan José Bonifaz y me enteré de que, simplemente por afición, llevaba años recopilando datos biográficos de toreros, por cierto con muy buen método, y tenía la friolera de 8.000 fichas. ¡Qué hallazgo! Me dije: «Este es el hombre» (…) (…) P. ¿Y usted?
R. He escrito la disertación, que viene a ser continuación de la que hizo Cossío en el tomo primero. Hablo del toreo de nuestro tiempo y lo juzgo en relación con una pérdida de interés notable, que es consecuencia del afeitado, de la influencia de los apoderados y de la irrupción del toreo cómico disfrazado de toreo serio. Aquí me estoy refiriendo a El Cordobés, naturalmente.
(…) P. Se dice incluso que a usted le aburría ir a los toros.
R. Este es un asunto que voy a aclarar, ahora que me brinda la ocasión, aunque ya lo he hecho otras veces. A mí no me aburre ni me aburrió nunca la fiesta de toros; por el contrario, me apasiona. Lo que en cambio me aburría soberanamente es esa fiesta que nos impusieron los apoderados y los empresarios después de la guerra, y sobre todo en los años sesenta. Le quitaron el instinto al toro, con lo que el espectáculo perdió emoción; los toreros no tenían personalidad y redujeron su técnica a los dos pases, con lo cual el toreo carecía de variedad y belleza. Yo había conocido la etapa anterior, la de los grandes maestros, con el toro íntegro y de casta, y, por tanto, no me podía gustar lo que vino después. Así que vamos a precisar: soy un enamorado de la fiesta de los toros; no de este sucedáneo. Algo parecido me ocurre con Madrid, al que quiero con toda mi alma, pero no me va este Madrid de cemento y ruidos que nos han hecho.
P. (…) ¿Por qué dejo la crítica taurina?
R. (…) En realidad estaba harto, y por eso lo dejé. Tengo ahora una sensación muy acentuada de que perdí miserablemente el tiempo durante los quince años o por ahí que ejercí de crítico. Por dedicarme a esto, dejé de hacer otras cosas más importantes, escribir libros, y así. Empleé mis años mejores en una labor que no sirvió para nada.
P. No estoy de acuerdo. Usted hizo mucho bien a la fiesta.
R. Quizá, sí, era de los pocos críticos independientes que no iban a la peseta -cuando yo empecé, esto es cierto, el panorama de la crítica era lamentable-, y se tuvo que notar. Pero eso es todo. Peleé inútilmente por una causa perdida Ahora, con mis 82 años, miro hacia atrás y pienso que me equivoqué al aceptar la crítica taurina. No siento absolutamente ninguna satisfacción por haberla ejercido, y, por supuesto, no la echo de menos en absoluto.
P. ¿Antes de Abc no había hecho crítica taurina?
R. Nunca. (…) Esporádicamente lo había hecho en diversas revistas, pero sin pensar que me iba a dedicar a esto. (…) En Abc entré con Luis Calvo, entonces director del periódico, (…) colaboré asiduamente, siempre con artículos costumbristas. La cuestión de la crítica taurina fue en 1957 (…) y sin haberlo buscado, me vi crítico taurino. Me hizo polvo Luis Calvo, caramba.
P. ¿Y eso?
R. Pues ya le decía: pienso ahora que no debí meterme en esto, pues debí escribir otras cosas. Obligado a ver al año más de cien corridas, al llegar a la feria del Pilar estaba exhausto. He de reconocer que cogí una época mala, de gran monotonía en el toreo. (…)
P. ¿Para usted la vida ha sido bonita, o un trago amargo que hay que pasar?
R. Bonita. He tenido suerte. Me he divertido todo cuanto he podido y además me he codeado con lo más selecto de mi generación (…) En fin, que he vivido muy bien, quizá porque tampoco mis exigencias han sido muchas. En cambio, en lo que se refiere al dinero, no he tenido ninguna suerte; allá donde había un duro a ganar fracasaba estrepitosamente. Ya ve: a mis años sigo viviendo de esto, de las colaboraciones, cosas que me encargan. Menos mal que me divierte escribir esos articulitos costumbristas que caen tan bien a los lectores.

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