viernes, 21 de octubre de 2011

Se abre el turno reflexivo

¿De qué futuro hablan?
¿Qué es esa afección circulante de que en el concurso de licitación por la gestión de Las Ventas está la posibilidad de la Fiesta? ¿De dónde viene esta ideología adolescente de que con esta revolución pendiente en el concurso de adjudicación nos “jugamos su futuro”? ¿Desde cuándo se puede comparar las churras y las merinas para que la vulneración de derechos fundamentales perpetrada en Cataluña sea comparable a los males endémicos que destruyen este espectáculo?
La Plaza de Madrid es el principal bastión, aseguran los más afamados eruditos en materia taurómaca. Es el eje fundamental que haga fuerte los posicionamientos taurinos de cara al mundo exterior, dicen las ánimas reflexivas de manera ronroneante sobre este proceso abierto en la lucha por el poder que se abre en la licitación madrileña. Y no es más que eso, un proceso por la toma de liderazgo; un espectáculo en que el verdadero juicio crítico ni aparecerá; un desconcierto por la cantidad de metodologías para revestir de apertura participativa a quienes tragarán con ruedas de molinos de uso común y corriente; un vergonzante parlamento de los patéticos, presuntos y grandes sumos sacerdotes de la tauromaquia redimida (o en camino se serlo).
¿De qué futuro hablan? ¿Del suyo propio o de la posibilidad para que los toros sigan siendo toros? Hablan mucho del primero (propio) y nada del segundo (el de todos). Mucho me temo que ahí está el futuro: en las ganas de que verdaderamente lo sea. Y que es lo mismo: en el que los toros sean verdaderamente toros.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Cambiar todo para que nada cambie

El 'gatopardismo' taurino
Ustedes bien conocen la frase "Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi", que traducida al Román autóctono viene a ser, como dicen los posmodernos, “cambiar todo para que nada cambie”. El origen de tan certero epigrama corresponde a los entresijos de la fabulosa novela Il Gattopardo de Giusepe Tomasi di Lampedusa, donde el agudo escritor italiano describe con gran precisión la soberbia capacidad de la aristocracia siciliana en abrazar la revolución para poder perpetuarse. A partir de su elevada literatura, de la fabulosa trama, del éxito que acompañó a la puesta en escena, que con el mismo nombre fue llevada al cine por el director también italiano Luchino Visconti en 1963, la dichosa sentencia se popularizó con extraordinaria notoriedad y desde entonces se denomina gatopardismo y lampedusiano al plural y singular, al continente y las formas, para seguir comprando barato la impostura de vender lo imposible.
Como supongo que ustedes son hombres y mujeres que aplican en la vida su afición por el mundo de los toros, pues deduzco que también se habrán fijado en la imperante urgencia de “trasformación en el toreo” que demandan algunos privilegiados visionarios -profesionales en activo del mundo taurino para más señas- que claman por la revolución pendiente e imperiosa en este sector “todavía anclado en el siglo XIX”. Y una servidora, con alma torera, ya le gustaría reencarnarse en aquellos tiempos de libre enfrentamiento, en la posibilidad remota de presenciar los majestuosos espectáculos con toros de selección genética primigenia y a los cuales se enfrentaban colosales diestros que avanzaron en la evolución del dominio de la fuerza bruta a las primeras tauromaquias. Ahora, dichos mecenas imaginativos se creen en posesión de la verdad, la que nos llevará a la modernidad de los toros. Pero, ¿alguien ha dicho una palabra de los toros?; ¿alguno ha denunciado el manoseo de las entrañas poderosas que definen a este fabuloso animal?; ¿cualquiera ha exigido su autenticidad?; ¿uno solamente ha puesto sobre la mesa la integridad de su condición indiscutible para la posibilidad de su desarrollo en la “tan urgente modernidad” del siglo XIX? Ya saben, hay que cambiar para que nada cambie.
Menudo novelón nos espera, con la gestión de la plaza de toros de Las Ventas en liza. La sacrosanta “primera referencia” del orbe taurómaco puede convertirse en la residencia veraniega del castillo de Donnafugata, repleta en trasiegos de habitaciones, efervescente en ampulosos bailes sociales, sospechosa de maniobras y arriesgadas intentonas para cambiarnos a todos de arriba abajo, por supuesto sin tocarse ellos ni un pelo. La revolución del mundo del toreo, dicen arrebatados. Lo peor de todo es que no tenemos un príncipe siciliano al que echar mano, ni una aristocracia a la que destronar, ni una burguesía en la que confiar, ni un Lampedusa para relatar la crónica social, ni un Burt Lancaster del que enamorarse.
Estamos en contacto, como dicen los modernos y únicos advenedizos del presente siglo.

lunes, 3 de octubre de 2011

Las Ventas. Crónica. Feria de Otoño


La espinita
Se sacó la espinita Adolfo Martín con esta corrida de toros que cierra prácticamente la temporada en Madrid, y de paso también nos dejó espoleada a la afición para el año entrante. No estuvo presente el ganadero en la feria de mayo porque al parecer sus toros no daban el trapío necesario que requiere la plaza, cuando los toros que ayer iban desgranándose por la salida de chiqueros eran hermosos ejemplares, magníficos saltillos puros algunos, otros con genes ibarreños apreciables, otros de una poderosa planta capaz de provocar piropos a la antigua, igual a su estampa, y también algún otro que bajaba el ritmo altivo con hechuras más cómodas. Y allí estábamos inmersos en la gran fiesta de los toros, del poderío de sus condiciones y también de las dificultades para enfrentarse a unos animales de entrañas creíbles y resistentes al sometimiento.
Crónica completa y reportaje gráfico.
Toros de Adolfo Martín para Rafaelillo, Antonio Barrera y Serafín Marín.
Las Ventas. Feria de Otoño. Madrid, 2 de octubre de 2011

domingo, 2 de octubre de 2011

Feria de Otoño en Madrid

Plaza de Las Ventas. Madrid. 1 de octubre de 2011. Tercer festejo de la Feria de Otoño.Toros de Gavira para Iván Fandiño y David Mora.
Alguien se olvidó de los toros
La tarde era para los aficionados. Los dos toreros que habían causado revelación en la temporada se anunciaban mano a mano en el cartel. Había expectación por presenciar el duelo de los potenciales toreos que estos dos hombres se han empeñado en demostrar y a los que les falta el triunfo absoluto que les puede dar la plaza de Madrid. El tibio sol otoñal anunciaba que podía tratarse de una tarde mágica. Los tendidos llenos. Las almas toreras ardientes. La ovación al romper el paseíllo. Los brindis recíprocos que se tributaron ambos diestros en ceremonia antigua. Y salió el toro. Bueno, el toro de pega -más bien-, porque aquello no era toro sino cuarto y mitad de carne bovina sin cara, sin tocado, sin fuerza, sin acometida, sin clase y sin vergüenza. Alguien se olvidó de los toros, de su importancia y trascendencia, y en un ímpetu descarado echaron por la puerta de chiqueros los pollitos sin hacer, descastados, inválidos y aburridísimos, para cumplir con dos ejemplares imponentes. Fue cuando, precisamente, volvió al ruedo la poca verdad que queda en este artificial mundo taurómaco. Al inicio del festejo se volvía a insistir en la recogida de firmas para que este fabuloso mundo se pueda blindar. No me digan que no es una paradoja.