martes, 10 de abril de 2012

La afición conspicua recuerda a Joaquín Vidal






A mi maestro
Después de diez años de la ausencia de Joaquín Vidal nos queda la pura nostalgia. Es un momento triste, es cierto, pero el recordatorio al maestro de la crítica taurina sigue intacto en nuestra afición, trasformando nuestro desconsuelo en inmensa gratitud. Seguimos siendo leales a Joaquín Vidal, a la verdad de los toros que transcribió en magia, circunstancia que fue entendida a la perfección por la afición conspicua –como él definió en una genialidad de las suyas- y tan denostada por un luctuoso estamento taurino.

Este encantamiento hacia el periodista ha estado justificado por múltiples factores y que, todos unidos, se tradujeron en la singularidad de un personaje elevado, equivalente a los sumos sacerdotes de la crítica y literatura taurina como Corrochano y Cañabate. Fue su lenguaje deslumbrante el introductor a la grandeza del espectáculo porque “los toros tienen argumento suficiente para hacer un periodismo de categoría”. Fue su depurada técnica en la redacción de la crónica el perfeccionamiento del costumbrismo, convertido en excelso gracias a su sólido conocimiento, sutil ironía y seco humor. Fue su independencia en la profesión periodística la culpable de la más rendida admiración de los aficionados y de las airadas e infames campañas del taurinismo militante, pues cuando los insultos y las descalificaciones arreciaban aseguraba “que no replicaba como se debe porque estas cuestiones o se dilucidan en los tribunales, previa denuncia formal en el Juzgado de Guardia, o se echan a las espaldas, que uno ya las tiene bien anchas después de andar unos cuantos años por la vida y contemplar tanta y tanta estulticia”. Fue su honradez tan extraordinaria merecedora del aprecio entre los hombres y mujeres que fueron sus amigos, además de los compañeros que compartimos con él la aventura del diario El País. Fue, entre todo esto, un baluarte de la autenticidad, de la vida, de los toros y del destino -como recordó sarcásticamente en una ocasión: “cuando hacía pellas en le colegio, en vez de irme a jugar al fútbol, me iba a la biblioteca a leer el Cossío, ¡hay que ser gilipollas!”-.

Y entre la nostalgia, el agradecimiento y el recuerdo a Joaquín Vidal les contaré unos sucedidos. El primero pasó hace ya casi veinte años. Sorteando a la multitud en el pasillo circular que da entrada a los vomitorios de Las Ventas, en plena Feria de San Isidro, me encontré a Joaquín –iba acompañado por el entonces senador por Valladolid Juan Antonio Arévalo- y ante la extrañeza de verme con una escayola en la mano izquierda me preguntó: “¿Pero, qué te ha pasado?”. Contesté: “Nada, maestro, un natural mal rematao”. Y con su ingenio habitual me espetó entre grandes carcajadas. “Bien hecho, porque el mérito del toreo está en intentarlo, para después ejecutarlo”.
El segundo y tercer acontecimiento mucho tienen que ver con los galardones que el Círculo Universitario Luis Mazzantini concede a los personajes ilustres del panorama taurino, premio nacional que en la actualidad lleva el nombre del cronista. En uno de estos actos, concretamente en el turno de preguntas, el también crítico Alfonso Navalón intentó decir unas palabras que se ahogaban en suspiros. Cuando la emoción se intentaba contener por parte de los asistentes, Navalón expuso entre sollozos: “Únicamente quería decir que Joaquín fue mi amigo”. En el pasado año el Círculo Universitario otorgaba el galardón –y de manera simbólica- a la afición de Madrid. De nuevo, como ocurre siempre, la familia de Joaquín acudió a la cita, y esta vez, de manera emocionada, con la presencia de uno de sus nietos. Los asistentes entendimos que la afición conspicua continúa ardiendo, en los que fuimos, en los que vienen y en los que vendrán.

Es imposible resumir la agudeza de Joaquín Vidal. Todos tenemos en la memoria algunas de sus magistrales crónicas, de sus precisos y preciosos titulares… Curro puñales, El toro que se bebe el coñá, Se caían de caerse, Un pincé, La afición de hace de miel, Un puyazo en su sitio, César Rincón sube a los cielos, El toreo puro, La derrota ‘psicológica’ del toro, En la liturgia de la tauromaquia, Antoñete es el papa… Como digo, es imposible abarcarlo todo. En mi caso se hace hasta doloroso superar la emoción de releer a Joaquín Vidal tras su ausencia. Conservo como tesoros los miles de crónicas que con paciencia fui recortando día tras día; sus muchas entrevistas caracterizadas de pintoresquismo; sus retratos de la afición tales como la Tumbacristos o el Ronquillo; su tauromaquia –sin que la escribiera con ese fin- que representa El toreo es grandeza (Turner, 1994), las joyas de las recopilaciones anuales como Cuarenta años después de aquella noche. Temporada taurina de 1987 (Espasa, 1988) y La feria de la apertura (Mirasierra, 1975) con prólogo de Alfonso Navalón y fotografías de Botán; el espléndido retrato Toro, junto a las imágenes de Ramón Massat (Barcelona, 1998); las publicaciones póstumas que fueron Crónicas Taurinas (Aguilar, 2002) y Con su permiso Don Joaquín, una selección de sus textos que publicó la Asociación del Toro de Madrid (2003) y que constituye uno de los más entrañables y generosos recuerdos al maestro Vidal; a todo esto deberíamos añadir su trayectoria profesional en la revista Mar (perteneciente entonces al Ministerio de Marina), su ingeniosa tribuna de la revista La Codorniz llamada Las vacas enviudan a las cinco y sus reseñas desde el diario Informaciones.

Con todo, señores, no puedo decir más. Mi gratitud al destino que puso a nuestro alcance y conocimiento la excelsa afición del maestro Joaquín Vidal, aquél que amó la verdad del mundo de los toros y supo trasladar su fantasía al universo infinito.

Les enlazo a algunas referencias acerca de Vidal. Todas propias, con perdón. Con una de ellas cierro este homenaje a mi maestro. “Seguro que fue feliz alejado de tantas mentiras. Que disfrutó mucho escribiendo de toros. Que dijo lo que sintió y vio. Que le dejaron solo en una época compleja. Pero no se sintió solo. Ni lo estará. La afición conspicua le sigue recordando. Gracias a todos los que guardáis en la memoria como un tesoro al maestro ilustre, visible y sobresaliente Joaquín Vidal”.

En el octavo aniversario de su muerte:
http://www.pazdomingoylostoros.blogspot.com.es/2010/04/siempre-joaquin-vidal.html
Sobre el periodismo taurino y el difícil compromiso de la crítica:
http://sites.google.com/site/toroaficion/crisis-taurina/capitulo-uno-segunda-parte
Personajes de ayer:
https://sites.google.com/site/toroaficion/personajes-de-ayer-1/joaquin-vidal

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