miércoles, 1 de agosto de 2012

Feria de Azpeitia



Vuelta al ruedo al tercer toro de la ganadería de Palha, lidiado por Paco Ureña.


Saludos y vuelta al ruedo también para el mayoral de la ganadería de Palha.
Un año más la ganadería portuguesa se convierte en triunfadora de la feria azpeitarra.

Feria de Azpetia. Segundo festejo de la Feria de San Ignacio
31 de julio de 2012
Toros de Palha para Antonio Ferrera, Alberto Aguilar y Paco Ureña.

Lo que pudo ser y no fue
Si en el día de ayer se necesitaban toreros que aguantaran la casta de los toros de Escolar, hoy se requerían hombres poderosos para el toreo hondo que los animales criados en las dehesas portuguesas exiguían. Todos, los seis, traían en sus entrañas  mucha nobleza, tanta como trapío, trasmisión, buena presentación, hasta cierta bravura en algún ejemplar. Hubo dos puertas grandes y una vuelta al ruedo del tercer toro en orden de lidia, aunque resultaron tantos premios demasiado triunfalistas para lo que pudo ser y no fue. Y lo que pudo haber sido no fue otra cosa que la posibilidad y condición para el toreo de profundidad.
Había que ponerse a torear. Había que creérselo. Había que agarrar la perfección cuando la belleza es posible tocarla. No era suficiente con ligar los muletazos, ni cumplir con la ortodoxia. Era necesario el sitio verdadero, la colocación de frente, cargar la suerte, bajar la mano, dominar el recorrido, romper la cintura atrás, todo en la aventura de la pasión. Porque los toros de Palha así lo pedían, y para las pocas ocasiones en que nos encontramos con el alma abierta al desenfreno arrebatado, al final nos resultó exagerado tanto halago y nos quedamos, lo que se dice, insatisfechos.
Los toreros lo intentaron. Pero, con matices. Por ejemplo, atrás quedó Ferrera con su empeño de no atreverse con la casta del bello ejemplar castaño, con su insoportable creencia del monopuyazo demoledor, en los zapatillazos y el desasosiego del toreo hacia atrás y a la carrera, en su evidente suficiencia para quitar al animal los pases que tenía, en su horripilante manera de ejecutar la suerte final a base de bajonazos. Pero no enmendó ni lo mínimo, puesto que porfió en todo lo anterior, superándose en trapazos, muros y picos, y haciéndose comparable su técnica en descargar la suerte a la que pudieran tener los estibadores en el manejo de mercancía pesada. Incluso pretendió confundir con sus ínfulas exaltadas después del sartenazo que le propinó al nobilísimo animal que le correspondió en su segunda intervención.
Estábamos superando a estas alturas el ecuador de la tarde. Ya teníamos la certeza que los toros de Palha estaban en gracia divina, bendecidos y dispuestos para el milagro, para ser toreados en el día grande dedicado a la conmemoración de San Ignacio, patrón de Azpeitia, de Guipúzcoa, y ahora también del ganadero portugués, como es evidente por su abultado y fructífero peregrinaje a esta tierra de alma torera. El noble y buen animal que hizo tercero, por ejemplo, era hasta cómodo de hechuras, de cabeza y de temperamento, y Ureña convenció a la mayoría con su toreo ligado pero débilmente ejecutado, casi siempre alejado del sitio, y si alguna vez le dio por cruzarse sirvió para demostrar dónde podía estar la precisión. Le concedieron dos orejas que paseó triunfal por el albero de esta plaza coqueta, con saludos al mayoral incluidos, después de que se diera la vuelta al ruedo al toro propiciatorio de tanto éxito. Le tocó en último lugar un boyante, encastado y hasta bravo animal, pero debió considerar que ya tenía bastante con lo ganado milagrosamente, bien guardado en el bolsillo, tanto que no quiso confiarse al incierto destino. Su falta de ganas para dominar, además de torear, concluyó en la insistencia horripilantemente de los enganchones la firme embestida. Terminó desbordado, equivocándose con una fea estocada en vertical y un gran toro inédito camino del desolladero.
Para Aguilar será un día claroscuro, fluctuando entre el acompañamiento de las embestidas nobles de sus dos animales con tandas ligadas, pero sin sujetar la nobleza. Acompañó, pero sin determinación. Su dejadez paso a convertirse en impulso arrebatado en su segunda intervención con un toro de buen comportamiento y muy interesante. Inteligentemente apostó Aguilar por lucirlo con naturales, en series ligadas, con descansos prudentes cuando las fuerzas del toro se resentían de un puyazo deslomador. Resultó suficiente. Tuvo su puerta grande, pero no sevirá posiblemente para catalogar su actuación de superior. Le faltó sin duda el cante 'jondo'. También a los demás. También a todos.
Al final del festejo el mayoral daba emocionado la vuelta apoteósica por la tierra morena del coso de Azpeitia. Entre la emoción y la timidez, la concluía con prisa para abrazarse al ganadero titular, cada año más próximo a la beatificación en esta tierra torera.

1 comentario:

  1. La mejor crónica que hasta ahora he leído de este festejo.
    Un abrazo
    Javier García

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