jueves, 30 de mayo de 2013

Crónica. Vigésimo festejo de San Isidro 2013

Feria de San Isidro 2013. Vigésimo festejo.
Plaza de toros de Las Ventas. Madrid. 29 de mayo de 2013
Anunciada la ganadería de Jandilla y remendada con dos de Las Ramblas y un sobrero de El Torreón para los diestros El Fandi, Daniel Luque y Jiménez Fortes.

Cualquier cosa

A cualquier cosa le llaman toro. Seis sucedáneos marcados con tres hierros diferentes nos dieron de propina en este día también estampado para la decadente fiesta que se ha montado sin vergüenza torera. Seis bovinos de asco de los que cotizan con altos impuestos; de los que alimentan con pienso vitaminado; de los que protegen sus defensas para lucir pitones resquebrajados como mondaduras de plátanos; de los educados en buenos colegios pero resultan ser batracios en resultados; de los que se quedan molidos antes de recibir la muerte; de los que dan coces en vez de embestir; de los que hacen aborrecer hasta las inquietudes más ingenuas.

A cualquier cosa llaman tauromaquia. Tres ejemplos: un tratado desmedido y dos estudios aún no impresos. El primero corresponde  al compendio taurómaco de este torero especialista en movimientos alegres llamado El Fandi, el mismo que exhibe sus reglas enciclopédicas de carreras hacia atrás para convertirlas en un epítome insoportable por pésimo. Hasta fracasaron sus facilidades porque allí dejó su impronta fallida que enredaba con tiros a puerta a la chilena, sus regates citando con “sálvese la parte”, con retóricas a balón pasado. Atrás, cita. A la zaga, reclama. A la cola, quiebra. A las espaldas, corre parando el golpetazo. Esto es en resumen, el tratado taurómaco del diestro de maneras disparatadas que al primer animal moribundo le endosó desatinos de ninguna enjundia, aunque pueda haber alguien que sea capaz de tragarse con beneplácito esta antología cantaora. Satisfecho no parecía El Fandi. El cuarto producto de alquimia bovina, -harto de tantas correrías y crudo en el caballo-, se dejó (como dicen ahora) que le asaran como las doradas “a la espalda” que, como se sabe, cuecen emparedadas en sal gorda. El diestro le endilgó garapullos con regates al envés, bastonazos en el destoreo de rodillas, palmaditas a la grupa, arrebatos rústicos con el estoque de mentira en forma de bofetadas y bajonazo al estilo del regate que ha hecho famoso a El Fandi. Si llega a dejar el estoque como las banderillas -en la extraordinaria facultad de llamar, correr, poner y frenar dando los cuartos traseros al sucedáneo ejemplar- sale encumbrado a mayor gloria de lo que fue Paquiro.

En el segundo ejemplo se puede considerar la mala racha de Daniel Luque que no le salen las cosas rodadas y no puede mostrar al mundo de lo que lleva dentro. Tres tardes completas. Seis faenas de nada. Muy rotundo en el adorno periférico; muy templado en la estética; muy hábil en las tareas de primeros auxilios al sobrero de El Torreón a pesar de que no llegara, una vez más, su arte basado fundamentalmente en el terreno distante. Dejó el diestro una estocada caída, tras dos pinchazos, que provocó derrame y en su segunda actuación -a un animal de la misma raza- entró al descabello sin haber dejado el acero. Después, daba Luque puñetazos a las tablas manifestando su contrariedad por tanto infortunio cuando debía estar agradecido que no le hayan corrido a gorrazos después de tanto empeño por esa disertación en oblicuo que demuestra y por lo el toreo bueno que se guarda.

En el tercer recorrido universal está Jiménez Fortes. Bueno está, también, bien colocado en la cartelera de sesión doble porque lo que es delante de lo que hay que estar parece un torerillo que no sabe de cargar la suerte. Con su pierna atrás, como un figurín que llama en las distancias, pierde los engaños y se tira de cabeza al arrimón con juegos pendulares.

Y llovió. Hizo mucho frío. Y los tendidos se despoblaron aprovechando la excusa de la llovizna que calaba en el desánimo. Allí se quedaban los empresarios escondidos y los hombres de discurso políticamente correcto tapando la verdad inconfesable. De allí se fueron a casita los aficionados como alma que lleva el diablo. No se extrañen. Sus cuerpos molidos no están por la insoportable paliza diaria y tienen apetencia de cualquier cosa, menos de esto. 

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