miércoles, 3 de mayo de 2017

Corrida goyesca. 2 de mayo de 2017. Madrid

Anochece en el reino de Ur

Por Paz Domingo

En el reino de Madrid aún queda sabiduría para discernir la verdad de la apariencia en cuestiones taurómacas. Esa es nuestra esperanza y también la de sus príncipes Ur-diales y Ur-eña que sienten su casa madrileña como propia y sus posibilidades como reivindicación del dominio en el arte auténtico. Pero en este palacio resistente al dominio de la globalidad descafeinada anochece rápido a pesar de que hubiera al final del torneo un vencedor por los pelos. El toro al que Ureña le cortó una oreja resultó ser un ejemplar de la ganadería de Victoriano del Río, bronco, duro y encastado, sin parecido con sus pastueños hermanitos de otras tardes.

Pero los vecinos, que no súbditos, de este feudo tienen un gracejo ponderado. Por los corrillos circulaba la fantasía que un Dos de Mayo en Madrid lo que convenía era arremeter contra los franceses y sus tropas de mamelucos; que los guerrilleros están sobrados de valentía y técnica defensiva pero que necesitan generales de entrañas bravas, pitones y genios indiscutibles con los que enfrentarse en batalla desgarradamente; y que aquí, los mendas, si les descerrajan salvas de queso se van a dar cuenta y no vuelvan más.

Las elucubraciones sentaron mal a los nuevos vecinos de la villa. Todos deseaban ver la rivalidad estética y valerosa que ambos diestros tienen por separado. Pero a estos hombres de calidad extraordinaria en lides toreras necesitan toros creíbles en su condición indiscutible de adversarios, necesitados de dominio, sitio, verdad y toreo. Nadie debió contar con los cañones en el asalto a la muralla, incluso ni los mismos príncipes, porque se empeñan en enfrentarse a un armamento adulterado que imposibilita la victoria final. Los dos toros de Salvador Domecq fueron mansos, flojos, inválidos de categoría, en definitiva propios del arrastre inmediato. En sus vagas presencias se vio tímidamente el quite de capote en rivalidad de gaoneras y chicuelinas, muy poco para dar vistosidad a la fiesta. Los dos diestros deben hacérselo mirar porque los dos andan muy bien con el capote pero si se descuidan como ayer terminarán pareciéndose a peones de brega y sería una pena, penísima. Los animales de José Vázquez siguieron en la misma tónica de mansedumbre pero tenían algo de casta, suficiente para provocar lidias desatinadas por las cuadrillas; tardanzas hasta que los diestros se enteraron de algo; desajustes en los tiempos de acoplamiento; descreimiento de algunas posibilidades; sitios en las afueras; velocidades de crucero imposibles de domesticar; y ambos toreros y matadores llegaron al final con alguna tanda buena, algunos naturales, algún trasteo por debajo de mérito; para concluir con estocadas señaladas por horripilantes e inoperantes, más descabellos infructuosos.

Se personaron contra todo pronóstico dos ejemplares de Victoriano del Río que por sus extraños comportamientos parecían primos extranjeros y lejanos de las camadas pastueñitas que lidian los diestros de postín. Ahí fue cuando vimos algo. Urdiales en unas tantas finales sentidas, aunque necesita creérselo, de tirar hacia delante, de arrebatar con su destacada técnica, de traspasar su seriedad y convertirla en arrebato. Y Ureña, el jabato de la temporada pasada parece que está en forma plena, pero también necesita afirmarlo, de verdad indiscutible como antaño. Su faena se compensó con una oreja pero en verdad no estuvo a la altura de sus propias circunstancias ni del dominio que requería las dificultades del momento. En fin, anochece en el reino de Ur. Los príncipes necesitan rearmarse porque de su intencionalidad depende que las grandes batallas no sean insignificantes y se desvanezcan entre ruinas sumerias.

Corrida goyesca. 2 de mayo de 2017. Madrid.
Mano a mano entre Diego urdiales y Francisco Ureña con toros de las ganaderías de Salvador Domecq, José Vázquez y Victoriano del Río.

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